jueves, 12 de enero de 2012

'Tímidos Anónimos': unidos por el chocolate

Si mal no recuerdo, la timidez y sus consecuencias nunca han sido el centro de una historia en el cine. Hablamos de la timidez profunda, casi enfermiza, que verdaderamente incapacita a muchos para relacionarse de forma normal con la gente de su entorno. Y no sólo de ella, sino de un grupo de personas que se reúne en plan Alcohólicos Anónimos para apoyarse y aconsejarse entre ellos.

Ese es el rasgo original de la película Tímidos Anónimos, cuyo desenlace es más bien previsible, pero eso no impide que el filme resulte agradable, entretenido y humorístico. Por otra parte, los tímidos nos veremos reflejados en algunas de las situaciones que muestra esta simpática comedia.



La historia se centra en una chocolatería francesa al borde de la quiebra a la cuál acude la joven Angélique (Isabelle Carré) a buscar trabajo. Ella es una experta chocolatera, pero también extremadamente tímida, como también lo es el dueño de la fábrica, Jean-René (Benoît Poelvoorde). Ambos acuden por separado a terapia para superar su timidez, y al conocerse se enamorarán al instante sin saber que comparten ese incómodo rasgo.

A partir de ahí se encadenan hábilmente las situaciones cómicas, los apuros y los malentendidos entre la pareja. La escena en la que ella se da cuenta de que él se cambia de camisa cada dos minutos (porque las empapa en sudor de los nervios) es graciosa, pero más lo es la del paseo que ambos dan bajo una lluvia torrencial porque ninguno se atreve a decir al otro que no quiere salir. 

Tímidos Anónimos consigue representar muy bien la angustia que sufren los dos protagonistas en el día a día y más en su intento por estar juntos y por que el uno no se dé cuenta de la timidez del otro. Deja un buen sabor de boca y un mensaje esperanzador tanto para los tímidos como para los que no lo son.

NOTA: 7/10

lunes, 2 de enero de 2012

Una agradable vuelta al cine mudo con 'The Artist'

En el cine actual no resulta fácil encontrar un argumento original, pero esto se puede salvar contando la historia de una forma distinta, interesante y muy entretenida. The Artist consigue todo esto, pero su principal objetivo es hacer un maravilloso homenaje al cine (especialmente al cine mudo) y demostrar que incluso en el año 2011 una película muda en blanco y negro puede ser tan buena como las de antes.




Se pueden encontrar unas cuantas referencias cinematográficas en este filme, pero la principal es seguramente la magnífica Cantando bajo la lluvia. En ambos casos la acción se sitúa en 1927 y coinciden un actor muy guapo y famoso que se enfrenta a la llegada del cine sonoro (con distinta suerte en cada una de las películas) con una joven y talentosa actriz que se revela como la sensación del momento. Ambos se conocen por accidente y se ayudarán el uno al otro en sus respectivas carreras.

Gene Kelly, Debbie Reynolds y Donald O'Connor eran unos fuera de serie (cantaban, bailaban y actuaban con una naturalidad y una perfección apabullantes), y su vitalista película es sin duda una de las mejores de la historia. The Artist, sin poder superarla (nadie podría hacerlo), no se queda atrás. Jean Dujardin, Bérénice Bejo y por supuesto John Goodman se muestran como unos grandísimos actores, algo nada sencillo de lograr en una película muda. 

Ellos tres y el director y guionista (Michael Hazanavicius) merecen todo el reconocimiento y los premios posibles por esta obra, llena de escenas preciosas (por ejemplo la del abrigo), una buenísima banda sonora (entre ellas este tema del filme Vértigo, de Hitchcock) y con un humor y un optimismo que termina imponiéndose sobre el drama.


NOTA: 9/10